jueves, 28 de octubre de 2021

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 9

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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Figura 3.3: Medios de transporte de pasajeros en la Unión Europea de los 28, en 2014. Fuente: EC y elaboración propia.


   También dan fe de la importancia de las carreteras otras magnitudes con trascendencia económica, como el número de personas cuyos empleos están directamente vinculados al transporte por carretera. En 2013, más de 10 millones y medio de personas trabajaron en el sector del trasporte y almacenamiento, incluyendo los servicios postales, de mensajería y mudanzas, lo que representa entorno a un 5% de la mano de obra total en la Europa de los 28. De todos esos empleos, casi la mitad se relacionaron con el transporte por carretera, con casi tres millones dedicados al transporte de mercancías y dos millones al transporte de pasajeros. Casi cuatro millones y medio se vincularon con el almacenamiento, distribución, servicios postales y de mensajería, etc. Alrededor de 560.000 personas se dedicaron al transporte ferroviario, 350.000 al transporte aéreo y 165.000 al transporte marítimo. La cantidad de personas que se dedican al transporte por carretera (los casi 5 millones mencionados) resulta abrumadoramente grande comparada con la que se dedica a otros medios de transporte. 


Figura 3.4: Empleos relacionados con el transporte en la Unión Europea de los 28, en 2013. Fuente: EC y elaboración propia.


   Ahora bien, los números anteriores no representan adecuadamente la trascendencia del transporte por carretera en lo que se refiere a los empleos en Europa, dado que se excluyen muchas relaciones de dependencia, directa o indirecta, entre dicho transporte y muchas actividades laborales. En particular, la mayor parte de las personas que trabajan en el almacenamiento, la distribución, los servicios de mensajería, postales, etc. dependen directamente de las carreteras. En efecto, los grandes almacenes en Europa adquieren sus suministros a través de camiones y otros vehículos que circulan por carreteras; el volumen de suministros que reciben directamente a través de barcos (excepto en zonas portuarias) o trenes puede ser residual o insignificante, en comparación. Es decir, en la práctica, la mayoría de las personas que trabajan en el almacenamiento o actividades de apoyo, así como los que trabajan en servicios de mensajería, postales, etc., que en total suman casi cuatro millones y medio, dependen de los vehículos automóviles y las carreteras para subsistir. 

   Todo el mundo sabe que el transporte es un sector estratégico de la economía, pero no se recuerda suficientemente que en dicho sector la hegemonía absoluta la ocupa el transporte por carretera. Cuando este atraviesa problemas, desajustes o afronta situaciones extraordinarias, como una huelga de transportistasnota 3, se convierte en el epicentro de un terremoto que afecta a todos los demás sectores de la economía. Las relaciones de dependencia entre todos los sectores con las carreteras son extraordinariamente densas, complejas y críticas para el mantenimiento del sistema vigente. Lo difícil no es encontrar empleos o actividades económicas que dependen, directa o indirectamente, de las carreteras: lo difícil es no encontrarlas. Esto significa que una crisis en el sector del transporte por carretera se convierte en una crisis general en toda la economía, la cual, como todos sabemos, si es lo bastante profunda y duradera, termina por generar una crisis política o social. 

   También en línea económica pueden darse otros datos, y la tendencia continúa. Si nos fijamos en el número de empresas relacionadas con el sector del transporte en Europa, que sumaron un total de 1.134.016 en 2013, tenemos que 907.739 se vincularon con el transporte por carretera, 563.598 de ellas con el transporte de mercancías y 344.141 con el transporte de viajeros. Mientras, al trasporte marítimo y fluvial se dedicaron 21.241 empresas, al aéreo 4.366, y al ferroviario únicamente 865. El resto de empresas relacionadas con el transporte se dedicaron al almacenamiento, a servicios de mensajería, etc. En definitiva, el transporte por carretera agrupa nada menos que al 80% del total de empresas europeas que se dedican al sector del transporte.

   Si nos fijamos en el volumen de negocio, llegamos a conclusiones similares. El sector del transporte representó en la Europa de los 28 un volumen de negocio de 1.372.792 millones de euros, en el año 2013. De ellos, una buena parte (595.513 millones) se debieron a tareas de almacenamiento y actividades de apoyo, así como a servicios postales y de mensajería. Del resto, 435.947 millones se asociaron con el transporte por carretera, con 311.181 millones debidos al transporte de mercancías y 124.766 millones al transporte de viajeros. Por su parte, el transporte aéreo contó con un volumen de negocio de 138.184 millones de euros, el marítimo con 105.809 millones y el ferroviario con 73.108 millones. El transporte por carretera representa, por consiguiente, el 31,7% del volumen de negocio total del sector del transporte, sector que significó el 5,1% del VABnota 4 de Europa en el año 2014. Cabe hacer aquí la misma reflexión ya realizada en relación con el empleo: estos números no tienen en cuenta la estrecha dependencia que mantienen con el transporte por carretera otras actividades económicas que contribuyen a la riqueza global. Sin vehículos automóviles y carreteras, muchas de esas actividades serían imposibles, por lo que podemos suponer que la contribución real a la economía europea del transporte por carretera es sustancialmente mayor que la apuntada.

   Se puede seguir dando números que avalan la importancia de las carreteras, en su calidad de infraestructuras que permiten el tráfico de los vehículos automóviles. La metáfora que considera a las redes viarias como un sistema circulatorio que permite la irrigación sanguínea y, con ella, garantiza el aporte de nutrientes a todas las partes de un organismo, se aproxima al papel que dichas redes viarias ejercen en nuestra civilización. No insistiremos otra vez en que prácticamente todo lo que consumimos, desde los alimentos a la ropa que nos viste, ha viajado por carretera en algún momento de su ciclo vital. Sí cabe insistir en otra idea ya apuntada en la introducción a este trabajo, y que da fe de la criticidad de las carreteras para nuestro modo de vida. Se trata de la dependencia de las ciudades con las carreteras y los vehículos automóviles para garantizar sus suministros. En nuestras ciudades suplantamos el suelo natural, es decir, la fuente última de nuestro sustento, y lo cubrimos de asfalto, de edificios, y de algún parquecillo para pasear a nuestras mascotas. Pero nada crece en las ciudades, precisamente por esa usurpación del suelo natural, usurpación que pudo comenzar hace miles de años en algunas ciudades antiguas de Europa. Todos los productos alimenticios que uno compra en el mercado o en los pequeños comercios vienen de fuera de las ciudades. El flujo de vehículos, ya sea para el transporte de mercancías o el de personas, es continuo, tanto entre las ciudades y los lugares de producción o elaboración industrial, como en el seno de las propias ciudades. Esto último es tan evidente que, de hecho, nuestras ciudades parecen diseñadas para los coches antes que para las personas. Con excepción de las zonas peatonales, la razón de ser de la mayoría de los diseños urbanísticos parece vincularse más con garantizar el fluido vital del tráfico que con la habitabilidad humana en condiciones de seguridad y confort. Pero parece inevitable porque, como decimos, en las ciudades no se produce nada de lo que los humanos necesitamos para vivir, y por tanto hay que garantizar que las grandes arterias del tráfico lleguen a las ciudades, donde se convierten en una densa red de capilares que distribuyen los suministros. Es el transporte por carretera, por consiguiente, lo que consigue sustentar la vida humana en un entorno artificial que, de otro modo, sería inhabitable.

   Las carreteras hacen posible el flujo del tráfico, ciertamente, pero lo que actúa de corazón, de fuerza de bombeo que permite la existencia del mismo, es el petróleo abundante y barato. Sin este elemento, por tanto, las grandes redes viarias se convierten en gigantescas infraestructuras inútiles, mientras que las ciudades se transforman en entornos hostiles para la vida, una vez que se agotan o se estropean las reservas del último de los supermercados. Teniendo en cuenta que, de los 507 millones de habitantes de la Europa de los 28, el 75% se agrupa en las ciudades, sería necesario preguntarse qué medidas se están tomando, a día de hoy, para garantizar en el futuro este modelo de civilización urbana, si los combustibles de origen fósil entran en decadencia. Ello es equivalente a preguntarse sobre la supervivencia de esos 380 millones de europeos que viven en entornos artificiales de asfalto, hormigón, acero y vidrio, donde no se produce nada de lo que necesitan para sobrevivir.


Notas
  En España, la huelga de transportistas del año 2008 tuvo serios efectos en la economía del país, estimándose unas pérdidas diarias de 500 millones de euros (fuente: http://www.expansion.com/2008/06/12/economia-politica/economia/1134098.html, fecha de consulta 13/9/2016). La huelga fue secundada por los autónomos y pequeños empresarios del sector, lo que significó el paro de un 50% de los transportistas del país en protesta por la subida en el precio del gasóleo (fuente: http://www.20minutos.es/noticia/387627/0/huelga/transportistas/claves/, fecha de consulta 13/9/2016). Tuvo graves efectos directos en el sector de la agricultura, la ganadería, la pesca, el automóvil, la distribución comercial, la industria agroalimentaria, etc. Entre los consumidores, el miedo a la escasez se hizo patente cuando empezaron a vaciarse las estanterías de los supermercados, algo que muchos jamás habían visto en su vida. Volver al texto
 El Valor Añadido Bruto (Gross Value Added, en inglés) es una magnitud económica que, aplicada a una empresa en un periodo dado, se define como la diferencia entre el valor de la producción final de bienes y servicios de esa empresa y lo que ha tenido que consumir para producirlos (materias primas, servicios y suministros externos, etc.). Por ejemplo, a grandes rasgos, el valor añadido de una barra de pan sería su precio menos el coste de la harina, el agua, la electricidad, etc. que ha costado producirla. Al incluir las depreciaciones se obtiene el valor añadido neto. Puede aplicarse a un país cuando se tienen en cuenta todas las empresas del mismo, y en ese caso se convierte en una magnitud macroeconómica. Guarda una estrecha relación con el Producto Interior Bruto (PIB), magnitud macroeconómica más familiar, y que puede deducirse a partir de la suma de los VAB de los distintos sectores económicos. Volver al texto


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jueves, 21 de octubre de 2021

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 8

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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3. La importancia crítica de las carreteras


   ¿Para qué sirven las carreteras? Bueno, en nuestro tiempo, la sola pregunta parece constituir una blasfemia contra el orden establecido. No hay más que ir al supermercado y pensar que todos los alimentos que uno compra y luego consume han viajado por carretera. Si damos crédito a aquella sentencia que dice “somos lo que comemos” cabría decir que toda la materia que nos compone ha viajado sobre una carretera en algún momento. También la ropa que nos viste, y todos los objetos que nos acompañan en nuestro día a día, desde la nevera hasta el reloj de pulsera, han transitado alguna vez sobre un río de hormigón bituminoso, antes de llegar a nuestras manos. Lo más habitual es que, cuando los tiramos a la basura, y antes de acabar en un vertedero para iniciar su ominosa tarea de degradación de la naturaleza, todos los objetos que utilizamos realicen un nuevo y último trayecto por carretera. También la mayoría de nosotros, a nuestro pesar, nos vemos obligados a pasar buena parte de nuestra vida en las carreteras. ¿Quién podría dudar de la utilidad de las mismas?

   No solo son necesarias, sino críticas para nuestra civilización, como ya lo es, también, en el mundo de las comunicaciones invisibles, Internet. Aportar datos para demostrarlo no parece necesario, pero apuntemos algunos. Si nos centramos en la Unión Europeanota 1, y en lo que se refiere al transporte interior de mercancías, en el año 2014 el transporte por carretera supuso por sí solo un 49% del total. En segunda posición se encuentra el transporte marítimo, que cubre un 31,8%, una cifra que puede sorprender a muchos, sobre todo a los habitantes del interior, y que podría explicarse en la enorme longitud costera que presenta el continente. Le siguen el ferrocarril con el 11,7%, el transporte por vías navegables interiores con el 4,3%, los oleoductos con el 3,2%, y el transporte aéreo con el 0,1%. 

Figura 3.1: Medios de transporte de mercancías en la Unión Europea de los 28, en 2014. Fuente: EC y elaboración propia.


   Estas cifras, a pesar de conceder el máximo protagonismo al transporte de mercancías por carretera, no reflejan su auténtica importancia, pues no incluyen, por sí solas, ningún elemento de análisis que permita identificar la distribución espacial de los distintos tipos de transporte. Puede ser cierto que, a nivel global, el transporte marítimo represente un 31,8% del volumen total de transporte de mercancías en el continente, pero no hay que olvidar que este medio solo involucra a las zonas costeras, de manera que las vastas zonas del interior quedan excluidas del mismo, por razones obvias. El interior del continente agrupa a muchas de las ciudades más pobladas de Europa (Madrid, Berlín, París, Viena, Hamburgo, Varsovia, Milán, Bruselas, etc.) y es obvio que a ninguna de ellas llegan los barcos mercantes. Por consiguiente, la mayor parte de la población de Europa depende directamente del transporte terrestre para abastecerse de suministros. Si nos restringimos, por consiguiente, al transporte de mercancías en el interior continental, excluyendo el marítimo, entonces tenemos que el transporte por carretera pasa a representar el 71,7%, el transporte ferroviario el 17,1%, el fluvial el 6,3%, el transporte por oleoducto el 4,7%, y el aéreo el 0,14%. Estas cifras sí ponen de manifiesto la abrumadora presencia porcentual del transporte por carretera en el continente europeo, y dan pie a una reflexión que apuntaremos al final.


Figura 3.2: Medios de transporte de mercancías en la Unión Europea de los 28, en 2014, considerando únicamente los medios de transporte viables en las zonas del interior. Fuente: EC y elaboración propia.


   Si a continuación nos fijamos en el transporte de viajeros, en el año 2014 el transporte por carretera cubre nada menos que el 82,2%, seguido por el transporte aéreo con el 9,2%, el transporte sobre raíles con el 8%, y el marítimo con el 0,6%. Es de lamentar que el ferrocarril, un medio mucho más ecológico, seguro y energéticamente eficiente que el transporte por carretera, ocupe una fracción tan pequeña del total del transporte en el interior del continente, quedando incluso por detrás del aéreonota 2. Es coherente con estas cifras, que demuestran el predominio absoluto de la carretera en lo que al transporte de viajeros se refiere, el hecho de que, en el año 2014, cerca de 25.974 europeos se dejaron la vida en las carreteras, frente a 150 en el transporte aéreo y 15 en el transporte ferroviario. Lamentablemente, las carreteras también son la fuente de muchas tragedias: por cada uno de esos europeos fallecidos hay que pensar en todas las personas que viven hoy devastadas por su pérdida.


Notas:
 Los datos siguientes se han obtenido del documento EU Transport in figures - Statistical pocketbook 2016, de la Comisión Europea (EC, 2016). Volver al texto
 En el siglo XIX y en los principios del XX el ferrocarril era el medio de transporte terrestre por antonomasia para mercancías y personas. En la segunda mitad del siglo XX el auge del transporte por carretera, gracias a la extraordinaria eclosión del automóvil, provocó el declive del transporte ferroviario. A día de hoy, a pesar de la puesta en servicio de nuevas líneas de alta velocidad para el transporte de viajeros, como las de la Alta Velocidad Española (AVE), sigue siendo minoritario en relación con el transporte por carretera. Entre 1990 y 1998, este último aumentó en un 19,4%, mientras que el tráfico ferroviario en ese periodo cayó en un 43,5%. Hoy, el transporte de mercancías por ferrocarril en Europa ha pasado a ser casi marginal, y ello no puede achacarse una condición estructural del modelo económico, ya que en países como Estados Unidos el transporte de mercancías por ferrocarril alcanza el 40% (Álvarez Mántaras y Luque Rodríguez, 2003). Hay que decir, no obstante, que el transporte de mercancías por ferrocarril creció un 6% en el periodo entre 1995 y 2005, situándose en un 10% del total, mientras que en ese mismo año 2004, el transporte de pasajeros por ferrocarril era el 7% del total (Castells, 2012). En el año 2014, como se ilustra en el texto, alcanzó el 17,1% del transporte de mercancías (excluyendo el marítimo en el total) y el 8% del transporte de pasajeros. Con todo, se trata todavía de porcentajes muy bajos que sería deseable aumentar, teniendo en cuenta las grandes ventajas que representa el transporte por ferrocarril convencional: mayor eficiencia energética, menores emisiones (60 gramos de CO2 por pasajero y kilómetro, frente a los 180 del automóvil), menores costes, mayor seguridad, menor congestión, mayor confort, menor ocupación de suelo, y además reduce la dependencia con el petróleo (Pizzinato, 2009). Aunque hoy en día, en relación con el apoyo al transporte ferroviario, parece apostarse fundamentalmente por la alta velocidad, según Greenpeace las ventajas de esta no están tan claras. En particular, la alta velocidad significa, respecto al tren convencional, un gasto energético muy elevado que no justifica la escasa reducción de tiempo empleado en el trayecto, y las necesidades del trazado (amplias curvas y reducidas pendientes) conducen a un impacto mayor en el territorio (ídem). Volver al texto



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jueves, 14 de octubre de 2021

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 7

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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   No es necesario irse fuera de Europa para encontrar un país con más de un millón de kilómetros de carreteras, si bien Francia es el único que cumple esa condiciónnota 8. Con sus 1.053.215 km es, con diferencia, el país europeo con más kilómetros de carretera. La segunda posición, en contra de lo que pudiera pensarse, no la ocupan Alemania ni el Reino Unido, sino España, con 666.961 km. De hecho, considerando solo los motorways, que en España equivalen a las autopistas y autovías, España ocuparía la primera posición en Europa. Parece quedar muy lejos ya aquella imagen que España arrastraba desde su posguerra, como aquel rincón en el extremo occidental de Europa, atrasado y campestre, al que había que mirar con cierta compasión, al menos en lo que a infraestructuras públicas se refería. Por detrás de España, en cuanto a kilómetros de carretera en la UE, se sitúan Alemania, con 644.517 km, Italia con 491.124 km, Reino unido con 419.752 km, Polonia con 412.264 km, etc. Si las carreteras fueran cortes de bisturí, queda claro qué países europeos son los que más han pasado por el quirófano.

 

Figura 2.2: Longitud de carreteras en Europa por países. Fuente: ERF y elaboración propia.


   También es interesante relacionar el número de kilómetros de carreteras de un país con su superficie, es decir, la densidad de la red viaria medida en kilómetros de carretera por kilómetros cuadrados de superficienota 9. Ello da una idea preliminar de lo que podríamos llamar ‘contaminación viaria’: aquellos países más ‘contaminados’ por carreteras serán aquellos cuyo suelo natural se ha visto más invadido, desplazado y fragmentado por la red viaria. Serán acaso, también, los que mayor facilidad y eficiencia presenten en cuanto a la comunicación terrestre (si bien para eso tendría que tenerse en cuenta no solo la densidad de vías, sino también la naturaleza de las mismas y su estado, así como la topografía de la región), pero a costa de perjudicar su paisaje con estos ríos de hormigón bituminoso, que aplastan el suelo natural bajo ellos. 

   Gana la partida la isla de Malta, con una densidad viaria que supera el 7%. Le siguen Bélgica con un 5%, los Países Bajos con un 3,5%, Hungría con algo más del 2%, Eslovenia y Francia con casi un 2%, y a continuación estarían Alemania, Reino Unido, Suiza, Dinamarca, etc. La densidad de vías por kilómetro cuadrado de superficie nos indica no los países que más han tenido que pasar por el quirófano, sino aquellos en los que más se notan las heridas del bisturí. El medio natural de estos países es la principal víctima de que nuestros coches no hayan aprendido a volar sin requerir un consumo ingente de energía, o de que no hayamos adoptado un modelo de automoción distinto, es decir, uno que se adapte al medio, en lugar de uno que necesita que el medio se adapte a él. 

   Pero pensando en términos de impacto global, ¿cuántos kilómetros totales de carretera hay en el mundo? Sumando los kilómetros de carreteras de todos los países se obtiene la cifra de 35.800.479 kmnota 10. En esta cifra se incluyen el total de carreteras de cada país, tanto las pavimentadas como las no pavimentadas. Hay que tener en cuenta que una carretera, aunque no esté pavimentada, sigue representando un alto impacto en el medio natural, no ya solo por la cantidad de suelo natural que es ocupado, con la consiguiente deforestación o pérdida de cubierta vegetal, sino también por los efectos ambientales negativos que provoca en los ecosistemas esa interrupción brusca en su continuidad, que pueden conducir a la pérdida completa de hábitats y a la extinción local de especies animales. Veremos más adelante que los efectos nocivos de las carreteras sobre los hábitats naturales se extienden espacialmente mucho más allá de los límites físicos de su trazado, y su efecto acumulativo, en el tiempo, puede conducir a efectos desastrosos en dichos hábitats.

   Podemos decir, por consiguiente, que la especie humana ha cubierto este planeta con más de 35,8 millones de kilómetros de caminos terrestres, a los que habría que sumar casi 1.381.000 km de vías férreas. Para tener una idea de lo que significan esos 35,8 millones de kilómetros de carreteras puede ser útil compararlos con algunas medidas espaciales. Por ejemplo, si todas esas carreteras se pusieran en fila, una a continuación de la otra, podríamos dar 893 veces la vuelta a la Tierra. 35,8 millones de kilómetros es el equivalente a 2.806 viajes de ida y vuelta al centro de la Tierra, o 46 viajes, también de ida y vuelta, a la Luna. Eso sí, en esa autopista Tierra-Luna habría que revisar al alza el límite de velocidad, porque viajando a 120 km/h tardaríamos 133 días en recorrer los 384.400 kilómetros que nos separan de nuestro satélite. Si nos empeñáramos en levantar esta autopista espacial en toda su longitud de 35,8 millones de kilómetros, nos quedaríamos a solo 19,2 millones de kilómetros de alcanzar el planeta Marte. Es decir, todas las carreteras del mundo, puestas una a continuación de otra para construir una larguísima autopista espacial, cubrirían el 65% de la distancia entre la Tierra y el planeta rojo .

   Como conclusión de este apartado podríamos decir que en este mundo ya hay, aunque nunca nos parezcan suficientes, muchas, muchísimas carreteras. Ello no tiene que hacernos olvidar, por supuesto, que son los países desarrollados los que acaparan la mayor parte de las redes viarias del planeta. Si pensamos en el día en que, efectivamente, las redes viarias de los países del norte estarán sobredimensionadas, es una lástima que no puedan desmantelarse porciones de las mismas y transportarse allí donde estas infraestructuras son deficitarias. Las carreteras difícilmente pueden reciclarse o trasladarse de un lugar a otro, lo cual constituye otra poderosa razón para replantearse las políticas en relación con los nuevos proyectos de carreteras, sobre todo en aquellas partes del mundo en el que la alta densidad de vías está provocando daños irreversibles en los hábitats naturales. Es en estos países, también, donde más fuerza tiene el discurso acerca del sobredimensionamiento de las redes viarias en escenarios de reducción progresiva del parque mundial de vehículos, debido al progresivo encarecimiento de los combustibles de origen fósil. También es cierto, no obstante, que los países en vías en desarrollo, con redes viarias deficitarias, deberían proteger sus ecosistemas de los efectos de estas infraestructuras si, al cabo, las mismas podrían quedar infrautilizadas, con lo que habrían perjudicado sin necesidad su medio natural y habrían malgastado unos recursos que podrían haberse empleado en otras áreas de desarrollo. El debate sobre la razón de ser de los nuevos proyectos viarios, en un contexto de encarecimiento irreversible del crudo y de la consiguiente crisis en el transporte terrestre, involucra, por consiguiente, a todos los países del globo.


Notas:

Para los datos siguientes se ha tomado como referencia el Yearbook 2014-2015 de la European Union Road Federation (véase bibliografía). Aunque existe una edición más reciente, la de 2016, presenta algunos datos incoherentes que nos han persuadido de no utilizarla. Los datos que arroja para algunos países, como Alemania o Italia, discrepan enormemente de los que aparecen en otras fuentes como, por ejemplo, el documento The World FactBook, de la CIA, citado en la nota 1. La edición del Yearbook 2014-2015 de la ERF arroja para Alemania la cifra de 643.517 km de carreteras, coherente con los 645.000 que establece la CIA y, también, con las estadísticas de la International Road Federation, en las que se basa. Sin embargo, la edición del ERF Yearbook de 2016 establece para Alemania la cifra de 230.517 km, porque omite nada menos que 413.000 km en el apartado Other roads. Para Italia, la discrepancia entre las dos ediciones del mismo documento resulta también abismal: en el de 2016 la cifra total de carreteras en ese país resulta ser la mitad que la establecida en el de 2014-2015, y tal diferencia se vincula también al apartado Other roads. De hecho, el propio documento de 2016 parece entrar en contradicción consigo mismo, si uno compara la tabla de su página 16 con la gráfica de su página 17; aunque ambas presentan la misma magnitud, las discrepancias señaladas son más que notorias. Estas inconsistencias internas en el Yearbook 2016 de la ERF, así como la falta de coincidencia del mismo con otras fuentes, como el The World Factbook de la CIA, nos inclina a tomar como referencia la edición 2014-2015 del Yearbook de la ERF. Volver al texto
Seguimos con el documento European Union Road Federation Yearbook 2014-2015 (ERF, 2015) el cual, en su página 18, presenta una gráfica con los datos de la densidad de carreteras en Europa para cada país. La densidad de carreteras se relaciona con la fragmentación del paisaje, y los graves efectos que conlleva sobre los hábitats naturales. Ello se tratará con mayor profundidad en el capítulo 5. Volver al texto
10 La cifra se ha obtenido del ya mencionado documento de la CIA, The World Factbook (CIA, 2013), en el que puede encontrarse un listado de la longitud de carreteras para 223 Estados. La suma de todas las longitudes conduce a esos casi 36 millones de carreteras. Se trata de una cifra aproximada, dado que los datos para cada país no corresponden al mismo año, si bien prácticamente todos se refieren a la primera o la segunda década del siglo XXI. Volver al texto


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viernes, 8 de octubre de 2021

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 6

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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2. Un mundo lleno de carreteras

   Nos complace ver paisajes llenos de carreteras, nos aporta una suerte de seguridad y tranquilidad saber que podemos movernos de un lado a otro, y que tenemos garantizado el suministro de productos básicos y productos de lujo porque tenemos abundantes carreteras y vehículos a nuestra disposición. La vasta densidad de redes viarias nos proporciona también una prueba de que estamos venciendo, o creemos estar venciendo, en esta guerra sin cuartel contra el medio natural. Nuestra cultura occidental está aquejada de una enfermedad extraña y dramática, cuyo causa, o cuyo síntoma (no está claro), es una grave disociación entre nosotros y el mundo exterior a nosotros. Esta voluntad, la de desvincularnos de la naturaleza, parece fruto de una enajenación, porque no podemos sobrevivir sin ella.

   En efecto, necesitamos el aire, el agua, unos alimentos determinados que extraemos de los vegetales o los animales, y unas condiciones de temperatura, humedad, densidad y composición atmosférica, radiación solar, etc. muy concretas para sobrevivir. Estamos conectados de una manera íntima y sustancial con la geosfera y la biosfera que habitamos, hasta el punto de que somos producto de ellas y existimos en relación de dependencia directa con ellas. La enfermedad ha empeorado tanto que hemos llegado a renegar de la parte más natural, menos simbólica, de nosotros mismos, es decir, nuestros propios cuerpos: estos han dejado de ser algo que somos, para ser algo que tenemos. El mundo exterior se ha convertido en algo ajeno a nosotros, una fuente de amenazas constantes. La enfermedad, la muerte, y toda suerte de contingencias, propias del mundo natural, están ahí fuera, amenazándonos, acechándonos, y nos hemos revelado. La iniciativa de la rebelión se gestó, acaso, en el seno de la cultura occidental, y desde ella se siguen dirigiendo las terribles ofensivas contra la naturaleza. Vivimos en una guerra abierta contra ella, tratando de someterla para que ella no nos someta. La hemos convertido en algo a conquistar, a explotar, a doblegar, considerándola un almacén de recursos del que debemos aprovecharnos, e ignorando que todo el maltrato y todos los abusos que realizamos contra esta, nuestra fatal enemiga, los ejercemos también contra nosotros mismos, pues nosotros somos ella.

   La grave enfermedad o desvarío de la humanidad, liderado por la civilización occidental, y apuntado en el párrafo anterior, es un tema complejo y grave, pero excede las pretensiones de este modesto trabajo. Lo que interesa reseñar es que las carreteras son un episodio más de esa colonización violenta que el hombre ejerce sobre la naturaleza, pero lejos de preocuparnos, o de inquietarnos ante la manera en que fragmentan los ecosistemas naturales, nos agrada la alta densidad de las mismas, y el hecho de que crezca cada año. Pensamos, ciertamente, que cuantas más carreteras haya mejor será nuestra vida. Se trata de una de las infraestructuras civiles más populares entre la sociedad, y los políticos, buenos conocedores de ello, siempre pregonan en sus programas la construcción de nuevas carreteras, lo que siempre les asegura una respuesta positiva de la ciudadanía. Pero cualquier persona sensata puede entender que todo tiene una medida, unos límites, y un precio (no únicamente monetario), y que por mucha popularidad que tengan las carreteras y por muchas que sean las ventajas que se les atribuyan, llegará un momento en que habrá que detenerse a reflexionar sobre su densidad, pues esta no puede crecer indefinidamente. 

  Recordando que las carreteras y el tráfico existen en estrecha relación, cabe también señalar que tampoco la densidad de vehículos puede crecer para siempre, y no podrá, de hecho, pues los automóviles de hoy en día se alimentan de un recurso energético no renovable. En un estudio en profundidad, que no podemos realizar en los estrechos márgenes de este breve ensayo, se realizaría una evaluación de la densidad de carreteras mundial en función del tiempo. Esta evaluación se confrontaría, posteriormente, con otro estudio en profundidad que relacionara la densidad del tráfico con el tiempo, teniendo en cuenta factores determinantes como la evolución de los precios del crudo, frente a los cuales es de esperar que reaccione casi flexiblemente el número de vehículos matriculados cada año. De dicha confrontación entre ambos estudios se seguiría, posiblemente, que la tendencia a la baja en cuanto a la densidad de vehículos, debido a la tendencia alcista en los precios del crudo, entraría en contradicción con la tendencia alcista de la densidad de carreteras. En este breve apartado, no obstante, la pregunta que acometemos es más modesta: se trata de indagar acerca de cuántas carreteras hay.

Figura 2.1. Longitud total de carreteras por países. Se muestran solo los 30 países con más carreteras del mundo, incluyendo tanto las vías pavimentadas como no pavimentadas Se trata de una comparativa aproximada, porque los datos no corresponden al mismo año de referencia, variando del 2004 al 2014. Fuente: CIA y elaboración propia.

   Más que hablar del número de carreteras, hay que hablar del número de kilómetros de carreterasnota 7. De entre todos los países del mundo, la clasificación la lidera Estados Unidos, con 6.586.610 km de carreteras, en el año 2012. Puede llamar la atención que India ocupe la segunda posición, con 4.689.842 km, seguida por China, con 4.106.387 km. Después vienen Brasil, Rusia y Japón. El segundo, a pesar de ser, con diferencia, el país más extenso de la tierra (cuenta con más de 17 millones de km2, seguido muy de lejos por Canadá) solo dispone de 1.283.387 km de carreteras. Compárese con Japón que, a pesar de sus dimensiones modestas (377.915 km2) y de su carácter montañoso, cuenta con 1.210.251 km, casi los mismos que Rusia, y más que cualquier país europeo.

Notas:
Los datos siguientes se han obtenido del documento elaborado por la CIA The World Factbook, que puede consultarse en línea en la dirección: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/index.html (fecha de consulta: 19/12/2016). Volver al texto



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